sábado, 4 de diciembre de 2010

Cerrar una etapa

Desde 2008 he convivido con ellos, por periodos interrumpidos o consecutivos, pero siempre ahí.
Cuando mi maestro me ofreció esta oportunidad, yo acepté a falta de algo más qué hacer (supongo) y me encarrilé a esta nueva etapa, la de recibir órdenes simples y llevarlas a cabo óptimamente. Tareas sencillas y un sentido de responsabilidad resultaban algo divertido. Generalmente yo recibía las indicaciones de parte de la contadora, quien a su vez las recibía explícitamente de la administradora y me decía: Marielena quiere que hagas esto, de tal manera y aquí esta lo que necesitas, si te falta algo me dices.
Yo ejecutaba mis indicaciones sin distracción y con el objetivo de terminar la que estuviera en curso, sólo por la curiosidad de saber cuál sería la siguiente misión.
Entonces, es necesario un inventario. Interactuar con el resto del personal de la oficina y tomar muchas fotografías.
Cumpleaños, cambio de director, recorte de personal, compresión del área de oficinas, cambio de mi supervisor (o una combinación), después el mundial y la carrilla de siempre; copias y más copias hasta cansar a la copiadora (y acabar con los árboles del planeta), cultura de reciclaje doble de hojas blancas, organización impecable y seguir las reglas. Contratistas, criterios feministas, tú tienes mis expedientes, café quemado y estas ocupando mi lugar (el mío era el que estuviese vacío); ¿quién tiene la llave del baño?.
Nelia dónde está esto, Nelia dónde dejaste esto otro, y ser culpable de todo por eleccción (échame a mí la culpa...). Entrega final y cierra el invetario otra vez. Relaciona y acomoda todo; al final los expedientes casi me asfixian, pero con ayuda y paciencia de mi supervisor el objetivo se alcanzó. Ah, no me quiero ir. ¿Qué más hago?
Bueno, ya me voy, los invito a comer, para que en mi casa sepan con quien he pasado los dos o tres últimos años...

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