viernes, 30 de abril de 2010

Yo no quería dejarte.
Tú me obligaste.

Y ahora, la pena me la escondo, con esta tan hipócrita felicidad que me invade.

Puta madre!

lunes, 26 de abril de 2010

Ots!! ¿¿´Tonces??

domingo, 25 de abril de 2010

Oh, por Dios!!, no quiero que seas tú el motivo de mi felicidad!!
Me ha llegado tu olor.

Se me ha quedado.

martes, 20 de abril de 2010

Me siento feliz.
Quiero escribirte.
Yo sé que huele a peligro, que tus ojos no son míos porque no quiero y que tus labios se reprimen con todo y dientes. Que tus manos exploradoras sólo siguen la orilla del río y que nuestras mejillas coinciden más a menudo.
Pero no eres tú.
Son tus letras, ajenas mayormente y del alma alguna vez, más a menudo también.
Es tu encanto. Tu sinceridad. Tu paciencia. Tu sentimiento. Tu frases del alma. Tu presencia. Tu sonrisa. Tu alegría. Tu ternura. Tu rancherismo. Tu reciedad. Tú.
Quiero escribirte.
Pero yo, que soy libre al fin, libre quiero ser siempre, y ser quien quiera ser en el tiempo. Quiero al mundo para mí, y quiero tenerte en ese mundo, sin que termine, junto a mis cabras y junto a la niña que traigo dentro, la que platica contigo.
Me siento feliz, espero que no sea por tí; porque no quisiera depender de eso, no quisiera colgar del hilo de tu corazón. Me dices corazón y me siento especial, después gastas esa palabra con el resto del mundo.
No eres tú.
Es tu presencia. Tu existencia en sí. Tu tiempo, del caro. Tus ganas de verme, examinarme y analizarme. Tu incredulidad de mi existencia remota. Tu represión a mi piel. Tu no sé qué...
Me siento confundia entonces.
Cuando pienso en lo que sería si... y en lo que sería si no...
Sólo está ahí siempre.
Pero no me esperes.

miércoles, 14 de abril de 2010

Visita al especialista

Bueno, andaba bien perdida, sin dar muchos detalles, no atinaba la clínica en que estaba citada. Si bien, debía llegar 15min antes de mi horario, llegué, si acaso, una media hora después; nerviosa, preparada para suplicar perdón, me acerqué descaradamente con la recepcionista, quien, a su modo, me dijo: "ahorita te llaman en el 24".Órale, pensé que, o podía no haber visto mi hora, mi consultorio asignado [que era el 23] o que sin avisarme pretendía rezagarme hasta las 2 pm (como alguna vez me ocurrió, en mi consultorio, sólo por 10 min de retraso). Estaba nerviosa. Pensé que si me concentraba en hacer el Cross que tenía de tarea me iba a relajar; pues si, me funcionó, casi armé un escritorio con tantos cachivaches que saqué para trabajar, cuando me nombran, de chillante voz, que pasara al 24. Levanté la mano, como cuando digo presente en la escuela, y agarré como pude todo lo que tenía sobre mis piernas. Entré, pues, en el 24, entonces descubrí que por dentro se conectaba con el 23 y ahí estaba la alergóloga que me examinaría. Creo que respondí con mucho volumen, sería de los nervios a lo desconocido, o nervios ¡no sé de qué!, pero ella preguntaba mil cosas mientras yo guardaba cada útil en el espacio que le correspondía dentro de mi ajustada bolsa y veía como esperando que parara, todo lo que sacaba y volvía a acomodar dentro. Su aspecto me remontó a mis años de secundaria, quizá, en los que veía con entusiamo cada capítulo, incluso repetido, de "La bruja desastroza", pues su voz rasposa y amistosa similaban la de la directora de esa academia de brujas adolescentes, claro, en su versión en español, y me imaginaba que podría tener costumbres raras o ser un poco extraña de más, quizá toda su familia fuera así. Como sea, al fin metí todo y suspiré de alivio. Ahora venía lo mejor, ¡ir con la enfermera!, le llevé la hoja que me dio Mrs Cackles con cabello rubio y me dijo que esperara afuera mientras preparaba todo. Salí. Esperé nerviosa, casi con nervios falsos, exagerados, porque en el fondo me gustaba todo ese asunto de las pruebas de alergias; cuando eran la idea...
"Nelia Gómez" - chilló de nuevo la enfermera, no era gruñona, pero la fama es fama, aunque no dejaba de hablar por celular. Así me llama mi tía Maty, en vez de sólo decirme Nelia. Entré, ya me había despojado de mis dos suéteres (verdes por cierto) que traía, esperando fuera suficiente, pero me vió la enfermera y me dijo: " ¿traes otra de tirantes debajo?", le dije que si y me dijo que me quitara la de manga larga y me sentara en esa camita, usando la escalerita para subirme bien, luego dije, como bromeando, que de todos modos aunque no trajera de tirantes me la tenía que quitar para lo que me esperaba: unas 20 jeringas enfiladas en una charolita metálica, con algodones borrachos [ja ja, lo tenía que poner] y unas pinzas tipo Grey´s Anatomy para agarrarlos. Me pinchó la mitad de ellas en un brazo y el resto en el otro, y yo como que no quería gritar o exclamar cada vez, pero me imaginaba, como estaba volteando para donde no viera las inserciones, que ella me pellizcaba con la uña completa, y también me reía y volvía a lo de quejarme, con prudencia, si eso existe; terminó el bombardeo y me dio un algodoncito para que yo me siguiera tallando la sangre que saliera de las perforaciones. Entonces la alergóloga atendía a otra víctima de igual calidad. Repitió el mismo cuestionario que a mí, y la envió a lo de los 20 piquetes, no sé cuantos le tocarían a ella; y yo volví con Mrs. Cackles a que viera mis ronchas.
Me examinó y me recetó "pa´todo el año" (como dijo José Alfredo Jiménez) y que la viera entonces.
Al salir, la otra víctima tenía el par de brazos piqueteados como los míos, y supongo, que como todos los que entrábamos ahí, con el especialista alergólogo.
Salí y recogí mi sandwish que me había sido confiscado al entrar al hospital, por declarar que lo llevaba dentro de mi bolsa... En su momento le dije al guardia: "y ¿cómo sé que no se lo van a llevar?", a lo que él respondió, vacilándose de mi perocupación: "nombre, no ve todo el cochinero ese que hay", señalando la pila creciente de fruta y alimentos que otros habían confesado llevar consigo.